La diputada por Nueva Alianza, Jazmín Martínez Ayala, propuso modificar el artículo 225 del Código Penal del Estado, para castigar la divulgación, distribución, publicación o difusión de imágenes, videos o audios de contenido íntimo o sexual que hayan sido generados, modificados o alterados mediante inteligencia artificial u otras tecnologías digitales sin el consentimiento expreso de la persona
La legisladora indicó que actualmente ni el Código Penal del Estado Libre y Soberano del Estado de Puebla, ni la Ley Olimpia y tampoco la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia definen explícitamente los deepfakes, lo que limita su aplicación en casos de manipulación digital.
Señaló que por ello es procedente adicionar la fracción III al artículo 225 del Código Penal del Estado Libre y Soberano de Puebla para establecer que se tipifique como delito la divulgación, distribución, publicación o difusión de imágenes, videos o audios de contenido íntimo o sexual que hayan sido generados, modificados o alterados mediante inteligencia artificial u otras tecnologías digitales sin el consentimiento expreso de la persona cuya imagen, voz o identidad se utilice, con el fin de proteger su intimidad, dignidad, reputación e integridad ante nuevas formas de violencia digital y disminuir las lagunas legales derivadas del uso indebido de las herramientas digitales emergentes.
Explicó que los deepfakes representan una forma extrema de violencia de género digital porque violan el derecho a la privacidad, a una vida libre de violencia y a la integridad personal de las mujeres.
Comentó que estos pueden ser utilizados para humillar, intimidar, difamar a las mujeres, pero también son utilizados con el único fin de ganar dinero. Además, las mujeres que son víctimas se enfrentan a una serie de desafíos adicionales: no solo pierden el control sobre su imagen personal, sino que también sufren las consecuencias sociales de la exposición pública no consensuada.
Dijo que en muchos casos, las víctimas son sometidas a una doble victimización: primero, por el daño que les causa el contenido falso, y luego, por el estigma y la humillación pública que sufren al difundirse dichos vídeos.
Precisó que los deepfakes son una manifestación clara de la violencia misógina sistémica que existe en el ámbito digital. La violencia de género ha encontrado nuevas formas de perpetuarse en el espacio en línea, donde la tecnología ha sido utilizada para reforzar las dinámicas patriarcales de poder y control sobre las mujeres.
Indicó que el uso de esta tecnología para crear videos sexuales no consensuados revela una estructura de poder en la que los cuerpos femeninos siguen siendo explotados y manipulados sin consentimiento. Esta violencia misógina no ocurre en un vacío.
Advirtió que los deepfakes sexuales son una extensión de las desigualdades de género que ya existen en la sociedad y que son exacerbadas por la tecnología.