En un giro significativo hacia la distensión comercial, Estados Unidos y China han acordado una tregua de 90 días en su guerra arancelaria, marcada por una reducción mutua de aranceles y el compromiso de establecer un mecanismo permanente de consultas económicas y comerciales.
A partir del 14 de mayo, Estados Unidos reducirá sus aranceles sobre productos chinos del 145% al 30%, mientras que China disminuirá sus tarifas sobre bienes estadounidenses del 125% al 10%. Esta medida busca aliviar las tensiones comerciales entre ambas potencias y facilitar un diálogo continuo para resolver disputas pendientes.
El acuerdo también contempla la reducción del arancel "de minimis" en Estados Unidos para envíos de bajo valor provenientes de China, pasando del 120% al 54%, con una tarifa fija de 100 dólares.
Esta decisión proporciona un respiro temporal para minoristas en línea que operan con productos directamente desde China y responde a críticas sobre el abuso del sistema "de minimis" para importar productos baratos y, presuntamente, drogas ilegales.
El presidente chino, Xi Jinping, en su primera intervención tras el acuerdo, advirtió que las "conductas intimidatorias y prepotentes" generan aislamiento, enfatizando que no hay ganadores en una guerra comercial y abogando por la cooperación global. Por su parte, el presidente estadounidense, Donald Trump, calificó el acuerdo como "histórico" y expresó su intención de continuar las negociaciones con su homólogo chino.
La tregua ha sido bien recibida por los mercados financieros, con subidas en las bolsas asiáticas y europeas. Sin embargo, analistas advierten que, si no se alcanzan nuevos consensos al término del plazo, los aranceles podrían regresar a sus niveles previos, reavivando el conflicto comercial.
Este acuerdo representa un paso hacia la estabilización de las relaciones comerciales entre las dos mayores economías del mundo, aunque persisten desafíos estructurales que requerirán negociaciones continuas y compromisos sostenidos.