Pese a la prohibición de la venta de comida chatarra dentro de las escuelas, la medida parece no generar mayor impacto entre algunos padres de familia.

En un sondeo realizado por Intolerancia Diario en la escuela Hermanos Serdán, ubicada en el centro de la ciudad, la mayoría de los entrevistados mostró indiferencia ante la restricción, pues aseguran que ellos mismos se encargan de preparar el lunch de sus hijos, minimizando el efecto de la normativa.

Desde las primeras horas del día, se puede ver a los alumnos ingresando al plantel con loncheras en mano, mientras sus padres comentan que prefieren enviarles comida casera en lugar de depender de lo que se ofrezca en la cooperativa escolar.

"Siempre le mando su sándwich o torta y fruta, no creo que la prohibición haga mucha diferencia", mencionó una madre de familia mientras esperaba la entrada de su hijo.

La papita

Sin embargo, la realidad cambia al sonar la campana de salida. A las afueras de la escuela, diversos puestos ambulantes se instalan estratégicamente para ofrecer frituras, dulces, refrescos y otros productos ultraprocesados.

Decenas de niños, acompañados por sus padres, se detienen en estos puestos para comprar algo antes de regresar a casa.

"Es difícil evitar que coman esto si lo tienen aquí mismo", señaló un padre mientras su hijo disfrutaba de unas papas fritas.

Incluso durante el sondeo, una madre fue captada con una bolsa de frituras en la mano mientras su hijo pequeño, a su lado, también comía del mismo paquete.

La escena refleja la falta de preocupación sobre los efectos de la comida chatarra en la salud infantil, a pesar de los intentos de las autoridades por frenar su consumo dentro de los planteles educativos.

La presencia de estos comercios ambulantes fuera de la escuela pone en duda la efectividad de la prohibición dentro del plantel, pues si bien los niños no tienen acceso a estos productos durante el horario escolar, la disponibilidad inmediata al salir permite que el consumo de comida chatarra continúe sin restricciones.

Según especialistas en nutrición, el problema radica no solo en la oferta de estos productos, sino en los hábitos que los niños aprenden en casa.