Una vez más la autopista México – Puebla fue el escenario de una protesta social que derivó en el cierre, en ambos sentidos, de una de las vialidades más importantes del país.
Minutos antes de la medianoche, los pobladores afirmaban que no retirarían ni quitarían los camiones ni las llantas que colocaron hasta que se cumplieran dos demandas principales: detener las obras en el Pozo 4 y la destitución de la alcaldesa, Lupita Ortiz.
El tema del agua no es menor, pero tampoco se trata de un bien que exclusivamente corresponda a esa comunidad y aunque las consecuencias inmediatas, como el retraso de quienes quedaron atrapados en el cierre vial, la inseguridad de la zona o la pérdida de algunas cargas perecederas, las vivimos todos; la afectación mayor se queda en Xoxtla.
Está demostrado que este tipo de protestas generan que grandes inversiones prefieran colocar sus empresas en otros sitios, aunque no cuenten con la ubicación estratégica que tiene Xoxtla, antes que instalarse en espacios donde los pobladores intentan imponer su ley a fuego y sangre.
Detrás de esos cierres carreteros existe un modus operandi que le funciona a quienes tienen intereses políticos ocultos y eso se puede ver desde el momento en que una de las demandas centrales es justamente la remoción de la presidenta municipal.
Ante ello habrá que estar atentos a cómo se desarrollan las negociaciones e intervenciones entre los inconformes y las autoridades poblanas y federales.
El gobernador, Alejandro Armenta, hasta el momento no ha cedido a los chantajes. Hacerlo se convertiría en un peligroso precedente porque sucedería, como en la Ciudad de México u otros estados, en donde los gobiernos se han convertido en rehenes de los grupos de chantajistas y extorsionadores.
Los líderes que conocen su doble discurso están jugando con fuego y utilizan a personas, a quienes azuzan para en el momento afectar a miles, pero como lo dije, el mayor daño es para los propios pobladores de Xoxtla y sus ‘representantes’ lo saben.
El mero mole
La apuesta del gobierno, restauranteros y hoteleros para atraer a los turistas con los moles poblanos es un buen intento.
Las temporadas gastronómicas son un gancho turístico y más si podemos unir la historia como la de monja Sor Andrea de la Asunción, los edificios emblemáticos como el Ex-Convento de Santa Rosa, los platillos poblanos y hasta las leyendas de cómo depuraron las religiosas, la receta original.
Puebla cuenta con una infinidad de moles, que incluyen desde los pipianes hasta las distintas preparaciones como las que se realizan en la región Mixteca, la ciudad, la Sierra Norte o Tehuacán. Y cada una de ellas es razón suficiente para darse una escapada de fin de semana y degustar los platillos locales.
Una ventaja más que encontramos en el mole poblano -y sus variedades- es que se puede consumir prácticamente en todo el año, aunque ciertamente, su uso va cambiando entre temporadas.
La secretaría de Turismo estatal tiene todo en sus manos para poder impulsar una fuerte campaña y lograr que los turistas nacionales e incluso internacionales visiten nuestro estado, específicamente para degustar un buen plato de mole, enmoladas, chilaquiles o cualquier otra variedad.
El éxito está servido.