¡Qué tranza, mis valedores! El domingo por la noche, en la tierra prometida de los lattes caros y las sonrisas de Invisalign, o sea Sonata, alguien reventó la burbuja de cristal a punta de balazos.
Sí, ahí mero donde todo es glamour, cámaras de vigilancia y guarros con radio pegado al cinto, un don sacó la fusca y soltó entre tres y cinco detonaciones como si fuera fiesta patronal en el barrio.
La autoridad salió luego-luego a decir que “no fue ataque directo”, que “fue un tema sentimental”, que el fulano nomás se calentó con su pareja y le dio por asustar al aire.
¡No manchen!
Eso no fue pleito de novios, fue un aviso, una advertencia con pólvora, mi mai. Pero claro, en Lomas todo se maquilla con un boletín bonito y un “todo bajo control”.
Y ahí empieza lo jugoso, porque dicen por ahí —extraoficialmente, ya saben— que el muchachón ese podría estar ligado al CJNG.
Que el incidente pudo tener que ver con amenazas contra un empresario pesadito, de nombre Adolfo Ernesto Hernández Martínez, de la desarrolladora Blueicon.
¿Será?
¿Quién es quién en Lomas?
El pedal no es que haya balazos.
El pedal es que haya balazos y todos se hagan los que no vieron nada. Como si a alguien le diera miedo saber quién movió el dedo en el gatillo.
Porque aquí la pregunta no es quién disparó, sino quién puede hacerlo sin consecuencias.
¿Quién tiene tanto poder que puede reventar el silencio en una zona blindada, sin que le caiga la justicia encima como debe? ¿Quién en Lomas se mueve con esa libertad?
Porque si creen que eso fue una calentura romántica, se les olvidó que en Puebla los conflictos amorosos no suelen dejar casquillos.
Las calles limpias… pero la info bien sucia
Mientras la banda de a pie se va al tambo por robar un chocorrol, en Sonata puedes tirar plomazos, romper vidrios y seguir tu día si la víctima no denuncia.
¡No pues qué chulada de justicia!
¿O será que hay personajes que no tocan porque podrían reventar otras historias?
Y mientras tanto, la autoridad municipal de San Andrés Cholula se lava las manos con declaraciones tibias, como si le diera más miedo que se espanten los inversionistas que los propios vecinos.
No vaya a ser que empiecen a cuestionar si ese paraíso de concreto es tan seguro como lo pintan en los folletos.