Ahí donde el escepticismo se impone como reflejo natural del espíritu humano, brota también la semilla obstinada de la curiosidad, que sin permiso y contra todos los pronósticos, siempre termina dando frutos insospechados.  

¿Quién no habría tildado alguna vez de frivolidad las primeras andanzas del automóvil en Puebla? Aquella mañana de 1902, mientras los poblanos observaban incrédulos, escandalizados, al vehículo de Francisco de Velasco —el presidente capitalino de entonces—rodando por calles empedradas, pocos intuían que lo que parecía un capricho de élite transformaría para siempre la piel misma de la sociedad, de sus ciudades y de sus costumbres

Los primeros autos llegaron a México como criaturas exóticas, juguetes excéntricos de unos cuantos privilegiados. Eran máquinas torpes, ruidosas y difíciles de entender. El caballo, noble y paciente compañero, parecía insuperable. Además, ¿quién tendría dinero para semejante capricho? No había bancos dispuestos a financiar sueños motorizados, y la gasolina era tan escasa como exótica. La infraestructura era inexistente, y el asfalto, un lujo ajeno al polvo de las calles poblanas, tardaría décadas en llegar

Sin embargo, lo que parecía frivolidad era el primer síntoma de una revolución en curso. Lentamente, pero sin pausa, el automóvil fue transformando la cotidianidad, y lo que comenzó como extravagancia se volvió necesidad. Caballerizas, herreros, jinetes, carruajes y conductores profesionales, pilares del viejo mundo, desaparecieron casi sin aviso previo. En unas décadas, todo ecosistema laboral, social y económico construido alrededor del caballo se evaporó ante la eficacia, velocidad y alcance del automóvil. La frivolidad había roto el cascarón del progreso, dejando al descubierto oportunidades insospechadas para millones

Hoy, bajo un cielo distinto y mirando hacia arriba, contemplamos otra extravagancia aparente: Katy Perry y cinco mujeres más en un vuelo al espacio, cortesía de una compañía privada, Blue Origin. En redes sociales y comentarios informales abundan críticas mordaces, desde gastos innecesarios hasta acusaciones de circo mediático. Es fácil desestimar aquello que parece un juego caprichoso de multimillonarios; sin embargo, también hace cien años muchos tacharon al automóvil como otro capricho inútil

Y es que cada salto tecnológico empieza como un espectáculo para pocos, un acto aparentemente banal. Los vuelos espaciales comerciales, hoy caros e inaccesibles, pueden convertirse en pocos años en una industria robusta, generando empleos hoy impensables y transformando nuevamente la dinámica económica y social del planeta. No es fantasía pensar en un futuro cercano donde viajar al espacio sea tan común como cruzar el Atlántico en avión. Nuevas infraestructuras, nuevos mercados, nuevas mentalidades; lo frívolo de hoy será el eje económico y cultural del mañana

Lo dice claramente la historia, que no se cansa de repetir su lección: cada gran disrupción tecnológica llega siempre disfrazada de extravagancia. Fue así con los automóviles en Puebla. Con la televisión que primero parecía imposible. Con internet, «pasatiempo inútil» que ahora sostiene gran parte de la humanidad. Lo que vemos en este presente incipiente con vuelos espaciales turísticos podría muy bien abrir la puerta hacia la colonización espacial, el aprovechamiento de recursos lunares, una nueva era energética, económica y social

Claro, el optimismo no puede ser ingenuo: las revoluciones tecnológicas arrasan, y en su avance suelen generar víctimas colaterales; trabajadores, industrias enteras que no logran adaptarse. El futuro será brillante, nunca dude de eso, pero también complejo. Se necesitará prudencia y cuidado para amortiguar el golpe social y económico que toda transformación profunda inevitablemente trae consigo

Pero, aun así, vale la pena mirar hacia arriba con una sonrisa curiosa. Porque de la misma manera que nadie en 1902 en Puebla imaginó que un cacharro de metal cambiaría para siempre su forma de vida, quizá hoy seamos testigos del inicio de otro cambio trascendental, a bordo de naves que hoy parecen juguetes caros, pero que podrían llevarnos a mundos que solo soñábamos